Tenemos que multiplicar la apuesta por el talento, además de aumentar la inversión en I+D y la productividad pública y privada.

No será una sorpresa que les diga que la transición climática tendrá ganadores y perdedores; la transición ecológica no será neutra y, a pesar de que seguramente generará beneficios agregados importantes a medio, largo plazo, también es incuestionable que propiciará ajustes que afectarán de modo desigual a los territorios. De hecho, tanto Europa, como sus principales países tienen planes y ayudas para una transición justa que compense a los perdedores. Me temo, sin embargo, que estas estrategias, no han sido capaces de detectar los potenciales y profundos impactos que se producirán como consecuencia del cambio tecnológico y no tanto, por el abandono del carbón o la desaparición de las plantas de generación de energía con recursos fósiles o nuclear.

En el caso vasco y en la parte positiva de la balanza, el sector industrial tiene ante sí grandes oportunidades tecnológico-empresariales en las cadenas de valor de las energías limpias que se van imponiendo en el mix energético de los países europeos y en los nuevos productos industriales que contribuyen a la descarbonización como el vehículo eléctrico y conectado o las tecnologías de fabricación digitales.

En la parte negativa de la balanza, la cuestión de fondo es que aprovechar estas oportunidades será una empresa complicada. En el caso de las renovables, la dificultad queda patente en los escollos que impone la creciente exigencia tecnológica, los incrementos de costes por los problemas en las cadenas de suministro globales y la creciente competencia internacional. El caso de Siemens Gamesa es un buen ejemplo, pero no es menos claro que las dificultades político-sociales para la implantación de renovables en Euskadi se suman, también, a las dificultades. Similares inconvenientes, se entreven para las empresas de las cadenas de valor de la automoción cuyo desarrollo está fuertemente estancado en Europa y navega en un océano tormentoso de creciente regulación e incertidumbre y pugna tecnológica con encendidos debates sobre la “neutralidad tecnológica” aún no resueltos. A estas dificultades, que no son pocas, se une la creciente pérdida del liderazgo de la economía alemana muy afectada por la crisis energética desatada por la invasión de Ucrania y las crecientes dificultades que encuentra para competir en el mercado de la movilidad eléctrica.

Y en este mar revuelto navega la industria vasca que, como es lógico, no pasa por sus mejores momentos. La automoción es la columna vertebral de la que cuelgan numerosas empresas de materiales, productos y componentes, suministros, ingeniería y servicios de los que depende el posicionamiento tecnológico y el empleo de la industria vasca y, en buena medida, la salud del conjunto del sistema socioeconómico del País Vasco. Además, a los retos de las empresas de la cadena de valor de la automoción, se unen los del sector de refino de petróleo y otros altamente intensivos en consumo de energía como el acero, el papel, el cemento o la química que también están sometido a un profundo proceso de transformación tecnológica-industrial y de descarbonización.

Así que, si bien no tenemos minas de carbón, no cabe duda de que estamos en una importante encrucijada de la que pueden derivar escenarios de futuro bien antagónicos. En uno, en el que nadie queremos situarnos, la transición climática nos lleva a una creciente pérdida de dinamismo y de empleo industrial, evasión de talento y, en definitiva, estancamiento y empobrecimiento.

Los datos socioeconómicos objetivos, sin embargo, todavía nos permiten aspirar y apostar por un escenario completamente diferente. En dicho escenario, somos capaces de construir una industria neutra en carbono, que refuerza su competitividad y aprovecha las oportunidades para crear empleo de calidad y riqueza que permite hacer progresar nuestro sistema de bienestar, sin caer en lo que el profesor Rodríguez Pose califica como “trampa de desarrollo”.

Como decía, no será nada fácil y habrá que actuar con urgencia para estar entre los ganadores en el proceso de transición climática. Muchas palancas escapan a nuestras competencias, pero no podemos dejarnos llevar por la deriva y echar balones fuera. Los instrumentos con los que contamos están claros: tenemos que multiplicar la apuesta por el talento con educación secundaria y terciaria de máxima calidad. Nos tenemos que conjurar en un pacto de país por la inversión en I+D+i y el incremento de la productividad que comprometa al conjunto del tejido productivo y la totalidad de las administraciones públicas y, por supuesto, tenemos que construir un territorio atractivo para todas las personas sin dejar a nadie atrás. Ya estamos a mitad de la partida, sólo queda jugar bien nuestras cartas.

This article by Iñaki Barredo, economist at NAIDER, was originally published in El Correo and El Diario Vasco.


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